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Jueves, 24 de Febrero del 2005    

 

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Reportajes | Una promesa de Noáin para el rejoneo

 

Una promesa de Noáin para el rejoneo

Roberto Armendáriz tras ratificar su compromiso taurino, debutando con rejón de muerte, este joven afronta el tiempo como un reto. De su evolución depende ganarse un nombre


Garikoitz Montañés.Noáin
Una pequeña plaza de toros en una finca a las afueras de Noáin sirve de lugar de entrenamiento para el joven rejoneador Roberto Armendáriz. Este noainés de 17 años debutó con éxito el pasado 17 de agosto con rejón de muerte en Cerbatos de la Cueza (Palencia).
Dos orejas avalan el prometedor comienzo de este muchacho que asegura haber dado así "un paso de gigante" en su carrera taurina: "Ahora estoy evolucionando. Este año he comenzado con los novillos, lo siguiente es pasar a los toros, de las pequeñas plazas a las grandes, y ser más reconocido".
Hasta que se gane un nombre, el joven tiene un ídolo claro en el rejoneo: "Hermoso de Mendoza es dios", sonríe. El adolescente, que compagina el rejoneo con sus estudios de "FP de soldadura", responde por primera vez a las preguntas de una entrevista. Algo a lo que se deberá acostumbrar, ya que "con esfuerzo y trabajo, creo que mi futuro está en los toros", desea.

Un empeño precoz

El padre de Armendáriz, Justino, observa cómo su hijo pase a a uno de sus caballos, Camarón, y comenta, medio en broma medio en serio: "Ya se podía haber dedicado al fútbol, pero se le metió en la cabeza lo de los toros, y no pudo ser".
Armendáriz fue en su día seleccionado por la selección navarra de fútbol sub-15 -su padre que fue portero en el Artajonés y en el Noáin, veía así un heredero de su afición futbolística-. Pero aquél medio centro colgó las botas para montarse en el caballo: "La verdad es que tenía algo especial con estos animales", reconoce Justino.
A los 4 años, su hijo se enamoró de los equinos: "Este mundo me ha gustado desde siempre. Y es raro, porque aunque mi padre es ganadero bovino y agricultor, y toda la vida he estado rodeado de animales, ningún familiar era aficionado a los potros", recuerda el joven.
A aquella edad el niño consiguió que sus padres le compraran un poney: "Empecé así, luego quise un caballo, pero yo creo que mi padre tenía entonces miedo -aunque nunca los ha reconocido, apunta Roberto- de que fuese una cabezonería infantil, y le costó comprarme a Camarón".
El corcel, que ahora tiene diez años, pero que por aquellos días tenía tan sólo dos, resopla de vez en cuando ante la presencia de su amo. Roberto posee otros cinco caballos, que descansan en la finca de Olite de su apoderado, el ex rejoneador Ángel Equísoain.

Apoderado por casualidad

"Es como un segundo padre para mi", alaba el noainés. Equísoain, antiguo compañero del servicio militar del padre de Roberto, apadrinó al joven por casualidad: "Fue una suerte conocerle, si no, no me habría dedicado a esto. Él me lo ha enseñado todo", dice.
El joven navarro debutó para el público a los 10 años en Lerín con una exhibición de monta. Aparte, Roberto participó en varios concursos de doma clásica o vaquera. No fue hasta agosto de 2001 cuando protagonizó espectáculos propios de rejoneo, en el que lidió vaquillas sin darles muerte -primero en Andosilla y después en Olite-.

El gran salto

La semana pasada llegó por fin la prueba de fuego para el rejoneador noainés. En la arena de la localidad palentino de Cerbatos de la Cueza se examinó ante los aficionados taurinos, dando muerte a un novillo. "Pensaba que iba a estar más nervioso, pero la respuesta del público -el respetable llenó media plaza, más de 1.000 personas- fue estupenda, aplaudiendo y poniéndose en pie con cada logro", cuenta.
Sin embargo, el muchacho sigue con los pies en el suelo: "En el último rejón me juego todo. Puedo haber toreado a caballo muy bien a los novillos, pero si tardo mucho en matar, la gente se va con esa última impresión", lamenta.
Ese último momento crucial supone un riesgo muy grande para el caballero: "Soy muy consciente de que estoy empezando. Una buena tarde me pone por las nubes, y con una mala se acabó", sentencia. Pero Armendáriz realiza un balance muy positivo de su progreso: "Intento no darle vueltas a la cabeza con el riesgo. Estoy contento y sigo trabajando para mejorar día a día", aclara.

Apoyo incondicional

Poco a poco, el noainés ha superado sus metas y sueña que algún día "pueda torear en grandes plazas, como Madrid, Sevilla o Pamplona". Confiesa que siente una ilusión especial por rejonear en su tierra: "Voy a donde me llaman, y siempre es fuera de Navarra. Me viene bien para entrenarme, placear y así poder llegar a la Comunidad Foral con más experiencia para lucirme ante mi gente". A pesar de que advierte que su madre lo pasa muy mal cuando él sale a torear, y que entre sus amigos hay amantes del toreo y otros que no son aficionados "todos acuden a la plaza a verme y me han apoyado mucho", agradece. "No les queda otra, esto es lo que me gusta. Ojalá pueda vivir del rejoneo. Disfrutaría con mi trabajo, algo que quizás un empleado de una fábrica no puede decir", opina.
La senda a seguir está muy clara para el navarro: "Aprendo de todos los rejoneadores pero Pablo (por Hermoso de Mendoza) es en el que más me fijo". El caballista estellés, que dio la oportunidad a Armendáriz a torear dos becerras en su finca, ha marcado un hito.
Su estela guía ahora al joven noainés, que afronta nuevos compromisos veraniegos sabiendo que cada plaza, a la vez, supone una diversión y un examen. Quién sabe si uno de sus caballos es el futuro Cagancho. La siguiente prueba será el próximo 27 de agosto en una plaza de Segovia.

 

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